viernes, 31 de octubre de 2008

Pamplona-Santo Domingo de la Calzada (5)



Al igual que hay diversos caminos para llegar a Santiago, hay peregrinos de toda clase y edades: silenciosos, habladores, rápidos y otros que se toman el tiempo; están los que se cargan con demasiadas cosas y los que van ligeros. Hay peregrinos jóvenes y los que no lo son tanto, hay de todo, pero con toda seguridad no hay muchos como este bebé de unos ocho meses que hace el camino en una mochila en la espalda de su madre. Salieron de Roncesvalles y llegarán "hasta donde el angelito aguante". Esto sí es espíritu peregrino, el de la madre, que tiene que llevar tantos kilos encima. Desde Pamplona vamos encontrándonos con ellos, y dos veces hemos compartido dormitorio en el albergue. Sí, el Camino es un lugar de encuentro de peregrinos y -también- de personajes que ya forman parte de él. Uno de ellos nos lo encontraremos a la entrada de Logroño, Doña María, que sentada delante de su casa nos sella la Credencial y nos da unos momentos de charla, siguiendo la tradición que desde años tenía su madre Felisa. Otro personaje es Marcelino, el peregrino pasante, que tiene su tenderete organizado; sella también y ofrece fruta y bordones a quien se detiene. Es una estampa clásica del Camino. Pero realmente es el encuentro con uno mismo la experiencia más enriquecedora que nos hace conocer nuestros alcances y límites en el camino de nuestro propio destino.

Desde Viana pasamos por huertas y por terrenos sin cultivar, subimos y bajamos colinas, atravesamos sendas, vemos acequias, chopos, pinos, cañizos, olivares y -por supuesto- viñas. Finalmente por un camino asfaltado, y después de cruzar el Ebro, llegamos a Logroño. El albergue es grande, tiene un patio con fuente, lavadero, cocina, camas numeradas, y duchas que ya han quedado frías. Ya ligeros de equipaje nos acercamos a conocer esta ciudad pausada y sin estridencias. Hoy está en fiestas y esto se nota en las calles y en la gente. Algunas tiendecitas con aire de antaño ponen un colorido especial en el ambiente. Hay bares y tascas. Vamos a la Plaza Mayor, paseamos por los soportales, y llegamos hasta la Basílica Nuestra Señora de la Redonda, corazón de esta capital riojana. Sin embargo, Logroño no consigue atraerme. Aunque su color sea como los demás colores del camino, aunque sus piedras sean fuentes de historia y de leyendas, sus imágenes quedan en silencio para mí; quizás sea el cansancio el que me hace difícil su interpretación, o puede que exija un conocimiento más lento y sosegado que en estos momentos no le puedo dar. Cenamos y regresamos al albergue. A las diez se apaga la luz.

El adiós a Logroño se hace sin prisas por unas calles aún dormidas, mientras los servicios de limpieza recogen bolsas, plásticos, latas y botellas, restos de la fiesta de ayer. La salida hacia las afueras de la ciudad es larga, pero enseguida el paisaje se torna ondulado, terreno arcilloso con campos de vid. Por un camino de árboles llegamos al pantano de la Grajera. Allí donde hay agua, hay patos que se arremolinan esperando no sé qué, y yo pierdo la nación del tiempo, no lo percibo, mientras unos peregrinos nos adelantan con pasos ligeros y un ¡buen camino! Un camino que nos sorprende con las ruinas del que fuera hospital de San Juan de Acre, fundado para el cuidado y descanso de los que iban a Santiago. Las nobles piedras merecen mi respeto y me detengo. En realidad durante todo el Camino nos iremos encontrando con toda clase de piedras con lenguaje propio a través de la forma, el color y la textura, pero también siendo lenguaje en manos de otros. Reverbecen de luz y surgen en ellas las imágenes de aquellos que buscaban refugio para mitigar su sed y su cansancio. Ahora no se percibe nada de aquel trasiego, las piedras que quedan aquí están en soledad. Aún así, y erosionadas por las lluvias, el viento y el sol, siguen transmitiendo energía y carácter. Otras -la fachada del hospital- tienen una nueva vida en la entrada al cementerio de Navarrete, formando parte de su patrimonio monumental.

http://yladah.wordpress.com/2008/07/20/liber-peregrinationis-codex-calixtinus-aymerich-picaud/

1 comentario:

Loreto Wallace Moreno dijo...

En el embalse de La Grajera tuvimos el encuentro con Marcelino. Como dices, es un personaje del camino que se ha ido haciendo a lo largo de años. Regala bordones y frutas. La primera vez que lo ví estaba detrás de una mesita improvisada. Ahora, la Asociacion de Amigos del Camino en La Rioja le ha puesto una instalación en madera, desde la que reparte su sonrisa y sus palabras. Más comodidad para él, pero su viejo espíritu permanece.