viernes, 11 de julio de 2008

Vacaciones



Estaré de vacaciones hasta el final de Agosto.

Para todos también felices vacaciones, un buen verano.

Pilar

miércoles, 9 de julio de 2008

¿Cómo son tus cementerios?




Nunca he sentido miedo en los cementerios, sino una sensación que media entre las prisas externas y urgentes de la vida y lo íntimo y sosegado del lugar. En muchos de ellos la naturaleza se adapta al espacio que acoge la soledad de los que descansan. Así ocurre en El cementerio del Bosque, en Estocolmo, un lugar de paz y de meditación, delicadamente tranquilo, contrastando en la naturaleza la vida en el bosque y la muerte. No hay nada concertado en mis visitas a estos campos santos donde el tiempo lleva el acento silenciado de los que se dedican a esperar.

En mi recorrido de esta primavera pasada me encontré con uno de esos sitios en un pueblecito de la Axarquia malagueña, Sayalonga, que lleva en su nombre el sabor a fruta tropical. Abrigado por un valle de escarpado paisaje entre la sierra y el mar, le rodeaban fecundados nísperos que ponían una pincelada dorada al paisaje. Fenicios, romanos y árabes han disfrutado de la generosidad de estos paisajes. De todos los que han pasado por ella son los árabes los que más huellas dejaron, pero de los cristianos tenemos la herencia de uno de sus monumentos más importanes: el cementerio redondo, único de su estilo en España. Según la leyenda, la disposición en círculo de las tumbas es para evitar que los difuntos se den la espalda.

Recorrí sus pasillos estrechos y admiré los nichos abovedados que recuerdan la forma de un panal. Su aire sencillo me hizo sentir la proximidad de la naturaleza y lo denso de una ya cálida primavera. Allí quedaba atemperado cualquier otro sonido que no fuera el del corazón. Sólo unos vencejos –quizás fueran golondrinas que tenían el rumbo perdido- gritaban tratando de apoderarse del espacio.

Me costó trabajo regresar, pero no es éste el único cementerio que atrae mi atención. Existe también en Málaga otro que es el más antiguo en la peninsula para los no católicos. A los pies del Gibralfaro y muy cerca de la plaza de toros, está el que se conoce con el nombre de El Cementerio Inglés. Sus orígenes no son muy lejanos, ya que hasta la mitad del siglo XIX no había ningún lugar para enterrar a los protestantes. Esto debía efectuarse de noche y a la orilla del mar, en posición vertical. A partir de finales de ese mismo siglo se añadió al cementerio una capilla para los oficios religiosos, y hoy día hay también una parte de él dedicado a ingleses de religión católica.
" ... deambulé en un pequeño paraíso, en un jardín adorable ...", estas son las palabras del escritor Hans Andersen en una visita al cementerio en 1862. Palmeras, cáctus, geráneos, incluso sauces forman parte de la vegetación que sombrea el recinto de melancolía y añoranza. Inscripciones en inglés, alemán, danés, holandés, recuerdan a aquellos que vinieron de lejos y no se volvieron a marchar. He podido observar un cierto aire de abandono, el mal estado de las tumbas que se encuentran en la parte alta del cementerio, el destrozo que han sufrido algunos panteones. Eso duele. Pasear por él es como leer la historia de todos los que murieron lejos de sus raíces. El cementerio forma parte de la historia de Málaga y también parte de mi propia historia: allí en la compañía de Robert Boyd, Jorge Guillén, Gerald Brenan y otros, hay una tumba de mármol blanco donde descansa mi bisabuelo James Wallace Law, nacido en Falkland, Escocia. Tampoco regresó.