domingo, 25 de mayo de 2008

A mi ángel


¿Qué hacer cuando el sueño roza mi piel levemente y me despierta?

¿Qué hacer cuando desde el silencio acechan sombras entre cortinas aladas,
dibujando miedos intensamente blancos en la pared?

A veces, en esas silentes horas, aniño la memoria
para recobrar el crecido recuerdo.

¡Qué será de mí cuando te vayas!

El Palacio de Buenavista


Tenía que ir. Era inevitable, después que entregó su desconchado corazón al blanco sofisticado de su espacio y recobrara el viejo prestigio, nostalgia de catedral en enmudecida plegaria. El deseo era llegar. Recorrí calles que guardan la imagen de unos años de auroras amedrentadas, desbordadas de quimeras y sueños, y donde sutiles instantes de luz provocan ahora casquivanas coqueterías: souvenirs, tarjetas postales, y abalorios.

Lo vi como imagen esculpida en mi recuerdo, conjugando el señorío y la solera con la historia que alimenta sus raíces, acompañado por el latido nuevo de una rumorosa Babel en la que se ha convertido la ciudad. Me sentí reconfortada en la desmesurada tarde de calor y gente – exuberante fuego enfervecido – deshaciendo caprichos, olvidadas distancias y batallas perdidas. Perfecto anfitrión que sorprende en claro alborozo, y me aproxima a la geografía artística del pintor, balanceándose entre la pasión y el desafío. Dibujos, óleos, acuarelas, blancos y negros, azules y grises entremezclados, bocetos y lineas en confusión, cerámica moldeada por sus manos, clasicismo temprano, incógnitas de un cubismo precursor. Hay un patio interior, y murmullos que dejan huellas en la líquida luz del palacio: agridulce sensación que me atrae y me desvela.

La tarde huye silenciosa arrebatándome el tiempo. Aún cuelgan abiertos interrogantes, trazos inacabados, y no consigo interpretar la rebeldía creadora. Persiste el recelo que enturbia el encuentro y tensa la mirada. La distancia se hace insalvable.

!Quizás deba buscar aquel niño alejado del mar, para comprender al hombre!

Palacio de Buenavista:
Declarado monumento nacional. Construido entre 1516 y 1542 por Diego de Cazalla.
Ahora: Museo Pablo Picasso (Pablo Ruiz Picasso, nacido en Málaga, 1881).

viernes, 23 de mayo de 2008

El país de las hadas



Para todos los que creen en los cuentos, que de ellos es la ilusión


En los cuentos de hadas el Tiempo es caprichoso, a veces tiene prisa, otras se demora, gira en círculos invertidos, y hasta hace dormir años a príncipes y princesas que tienen como madrinas a las
hadas. Quise ser una de ellas: oro en el cabello y faldas largas de transparente muselina. En las manos una varita mágica que no fuera motivo de problemáticas ausencias, hechizos torpes y conjuros. Quise tener mi propio bosque, y en el bosque un lago donde se bañaran hadas y duendecillos malhumorados, algún que otro gnomo, y sueños que tuvieran sed. También me hubiera gustado tener una casita de caramelo y chocolate, setas habitadas, y magos que cumplieran todos mis deseos en las noches víspera de luna llena.

Quise tener un bosque y a cambio de esto tuve un jardín con árboles como gigantes, hojas amontonadas, flores, y multitud de rincones secretos – mi Isla encantada- que nada tenía que ver con el mundo de los mayores. Allí, entre las claroscuras sombras en tardes calurosas y en las brisas de las noches de verano, comprendí que la verdadera magia es ver más allá de las imágenes escritas en los cuentos, y fue el Cantor de Vientos quien me llevó a ese reino cercado, quien con su rumor persuasivo me hizo apreciar los sonidos, escuchar el murmullo de un tiempo que no terminaba de pasar. Acurrucada en mi rincón favorito protagonicé historias fantásticas e interesantes encuentros: observé a cisnes desnudos bailando a la luz de la luna, conocí a Tomás el Versificador, fuí testigo de como Orfeo liberaba a su esposa, me enteré de cómo Morgan - la más famosa de todas las hadas - se llevó con ella a Arturo el Rey. Me sentí viajar en un tiempo trémulo de incertidumbres, en un espacio más allá de los Confines y que ha quedado ya invisible en la historia para siempre.
No, no tengo un bosque, pero sí tengo un jardín con tulipanes, iris, jacintos, y sombras donde juega con frecuencia el Viento, y en el que duerme mi mal criado gato – dueño y señor de todo el territorio - que lo único que espera es cazar ratones, y de eso también suele haber mucho en mi jardín.